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Historia

Historia de Vila-real

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Estatua de Jaime I

La concesión de la Carta Pobla por parte del rey de Aragón, Jaime I, el 20 de febrero de 1274, marca la fecha de la fundación de Vila-real. La ciudad cuenta, pues, con más de 700 años de historia. Aquí te ofrecemos un pequeño extracto de los principales hechos y evolución de Vila-real a lo largo de estos siglos de historia.

Orígenes de Vila-real

El término municipal de Vila-real se forma en el siglo XIII por segregación territorial del de Burriana. Aunque hay numerosos indicios de ocupación humana en la zona desde la edad antigua, es el rey de Aragón Jaime I quien determina la creación de nueva planta del núcleo urbano a través de un documento fundacional datado en Valencia el 20 de febrero de 1274.

La carta de población, asimilada a la de Burriana, contiene muchos de los elementos característicos de los contratos agrarios feudales: enumeración de los derechos y beneficios de los nuevos habitantes y poseedores de la tierra, junto a las correspondientes contraprestaciones personales y económicas respecto del monarca. El rigor de estas condiciones hace que los cortesanos catalanes a quienes el rey ofrece en principio la nueva villa acaben renunciando y sean necesarias sucesivas proclamas para atraer habitantes, tarea que realiza con eficacia el judío Salomó Vidal. La afluencia es así muy diversa, aunque los primeros contingentes estables que conforman la población serán morellanos, aragoneses y, más tardíamente, catalanes.

Vila-real forma parte desde su origen del brazo real en las Cortes del Reino y tendrá derecho por ello a utilizar como emblema las armas reales: palos rojos sobre fondo dorado, símbolo que hasta la actualidad se sigue usando en el escudo y la bandera de la ciudad. Vila-real defendió siempre con orgullo la existencia de este vínculo.

Primer desarrollo urbano

Al año siguiente de la fundación, el monarca concede al poblador Pere Dahera los derechos de construcción de un puente sobre el Mijares, y la puesta en funcionamiento de un hospital. En el momento de su clausura, en la segunda mitad del siglo XX, este servicio era el recinto sanitario europeo de mayor antigüedad, en uso ininterrumpido. Igualmente se determina la construcción de una acequia inmediata a la población para el transporte del agua del río Mijares a los nuevos cultivos de regadío.

El casco urbano de la villa, planificado en damero según el modelo hipodámico de los campamentos militares romanos, empieza a rodearse de murallas y de un amplio foso seco a partir de 1298. Alguno de esos lienzos originales, levantados en doble pared de tapial, pueden observarse en la llamada avenida de la Murà y en las inmediaciones de la torre Mocha, último de los baluartes conservados.

Vila-real en el periodo medieval

Al cabo de medio siglo la villa parece ya consolidada en su organización administrativa, pues en 1326 se realiza la primera recopilación de sus ordenanzas y tres años después le es concedido el cambio de sus fueros de Aragón por los valencianos. En 1346, una sentencia arbitral estableció el reparto de las aguas fluviales entre las poblaciones colindantes, con normativa sobre proporciones, turnos de riego, distribución en acequias, etc. que ha perdurado con generalizado respeto hasta el presente.

Con la petición en 1375 al Consell de la Vila del eremita de origen catalán Bernat Fabra para ocupar una de las cuevas de las orillas del río Mijares, en las inmediaciones del azud que recoge las aguas para el riego, se inicia la presencia en el paraje de penitentes y ermitaños, que culminará con el culto mariano devocional a la Virgen de Gracia y la paulatina edificación de su santuario.

El siglo XV empieza con la muerte en la villa de la reina María de Luna (1406), esposa de Martín el Humano, precisamente en la casa de la calle Mayor que el rey Pedro el Ceremonioso había otorgado, con tal de poder ser ocupada durante las visitas de la familia real. Es el edificio conocido como Hostal del Rey, cuyos vestigios aún pueden ser apreciados en una esquina de la plaza porticada.

Diversas personalidades visitan en este tiempo la población: san Vicente Ferrer realizará una de sus multitudinarias predicaciones en 1410, cuatro años más tarde se detiene en la villa el papa Benedicto XIII y en 1424 lo hace el rey Alfonso el Magnánimo.

En 1468 se construye en el río el primer azud de piedra, lo que permite regular más adecuadamente el flujo del agua y, hacia finales de la centuria, cuando el desarrollo del arrabal de Castellón hace pensar en la creación de una morería, se censan un total de 286 casas.

La entrada en la edad moderna

Vila-real tendrá una participación destacada en el conflicto de las Germanías, en contra del nuevo monarca Habsburgo. Y aunque continúa manteniendo su impulso demográfico y económico, el rechazo de la nueva situación política genera un período de desinterés por las cosas públicas. Con todo, la visión que da en 1562 Martín de Viciana en su Crónica del Reino de Valencia es marcadamente positiva y señala el crecimiento hasta las 340 casas (unos 1.500 habitantes). A mediados de siglo se había iniciado también la ampliación de las tierras de huerta y la roturación de numerosas zonas de secano, tareas que continuarán hasta el último cuarto del XVII.

Paolo de San Leocadio, pintor italiano que llega a Valencia en la estela de los Borja, trazará para el templo parroquial sus retablos dedicados al Salvador (todavía de traza gótica) y el de san Jaime (del que quedan diversas espléndidas tablas). De Vila-real saldrá el erudito humanista Juan Mas, difusor de las doctrinas de Erasmo, y llega a la villa el rey Felipe II. Pero la personalidad que dejará mayor impronta en la villa será la de un humilde franciscano descalzo de origen aragonés: Pascual Baylón Yubero, que pasa en el convento alcantarino del Rosario los últimos años de su existencia y cuya muerte, en 1592, producirá un impacto espiritual que perdura todavía en la vida local.

Aunque la población no se ve afectada directamente por la crisis de expulsión de los moriscos, al carecer entre su vecindario de estos habitantes, sí es cierto que su ausencia dejará sin mano de obra muchas de las tierras de secano y exigirá la introducción de nuevos cultivos. A los ya tradicionales del algarrobo, viñedo y olivar, se añaden ahora en los márgenes de los caminos numerosas extensiones de moreral, aunque ello no genera la aparición de artesanía sedera en la localidad. En este período se realizan obras ornamentales en la 'coveta' del ermitorio, una comunidad de monjas dominicas ocupa el abandonado edificio de los Montull y Carlos II, a la vista de algunas polémicas jurisdiccionales que habían surgido en la población, acoge bajo la protección real la capilla en donde se guardan los restos de san Pascual Baylón.

Vila-real tras la Guerra de Sucesión

El desgraciado incidente que supone para la villa su saqueo y parcial incendio durante la Guerra de Sucesión (1706), con un notable número de muertos y prisioneros, no resulta impedimento para que la villa inicie un rápido despegue una vez terminada la contienda, estimulado por la llegada de nuevas formas de pensamiento con los monarcas borbónicos y el establecimiento de marcos legales más favorables que la llevan, entre 1740 y 1780, a uno de sus períodos de mayor esplendor.

La población pasa de tener unos 2.000 habitantes en 1733, a 4.500 en 1757 y alcanzar prácticamente los 8.000 a finales del XVIII, mientras el desarrollo urbano avanza progresivamente hacia el norte.

A mediados del siglo, en 1757, y a consecuencia de la amenaza de fiebres malignas entre la población, se realiza el voto municipal de llevar a cabo una romería con la imagen de la Virgen de Gracia el viernes anterior al primer domingo de septiembre, tradición que llega a nuestros días.

La crisis política iniciada en los últimos años del siglo XVIII estallará a comienzos del siguiente. Desde 1786, a los problemas económicos y la amenaza de sucesivas epidemias de peste se añade la lucha por el poder en el municipio y se suceden las conspiraciones y las algaradas callejeras, en una situación crítica que agravarán las calamidades bélicas de la Guerra de la Independencia (en la que hay que hacer cuenta de la heroica resistencia de vecinos ante los ejércitos napoleónicos en el puente sobre el Mijares), los vaivenes de las fratricidas luchas carlistas y la ominosa represión durante el período absolutista.

Los cambios contemporáneos

Sólo en la segunda mitad del período será posible la reactivación económica con el desarrollo del cultivo de los cítricos, que se complementa con la intensificación de los cultivos tradicionales. El terrateniente José Polo de Bernabé iniciará desde 1856 la aplicación de abonos orgánicos en sus huertos de naranjos y mandarinos, frutales cuya explotación ya se viene realizando de manera sistemática desde la década anterior.

El desarrollo agrario incentivará además otras actividades colaterales del sector, como la construcción de carros para el transporte, la edificación de almacenes de manipulación de la fruta, serrerías y talleres de carpintería por la demanda de recipientes, etc.

El derribo de las murallas en la segunda mitad del XIX permite mejoras urbanas e higiénicas y, junto a la conquista del agua, la entrada definitiva en el período contemporáneo. Hacia 1898 se han excavado los primeros pozos en los roquedales del secano: el de la familia Amorós y el de la sociedad que será conocida como Els Atrevits, abriéndose un imparable proceso que convertirá en terrenos de regadío todo el término municipal. El año siguiente se inicia la red de distribución del agua potable en los domicilios.

El siglo XX

Las expectativas con que se abre el nuevo siglo, entre las que hay que considerar la visita que realiza el rey Alfonso XIII (1905), precedida por la concesión (1904) del título honorífico de Ciudad, parecen frustrarse por la crisis económica que se extiende por Europa pero, a partir de los años 20, se sientan las bases de un funcionamiento capitalista a través del asociacionismo de los agricultores y el empuje de un amplio colectivo de comerciantes. La población recibe también la primera gran oleada de trabajadores inmigrantes, llegados sobre todo de tierras aragonesas.

Al terrible impacto de la Guerra Civil de 1936, con su tristísimo balance de pérdida de vidas humanas, crueles represalias y absurda destrucción del patrimonio artístico se suman, en la oscura etapa de posguerra, los estragos de la tuberculosis y otras enfermedades entre los habitantes más jóvenes y, en los años 1946 y 1956, unas intensas nevadas que destruyen todas las cosechas y aún los propios árboles frutales. Ante estas adversas circunstancias, y buscando una vez más las alternativas económicas, la ciudad reacciona con decisión. Sin olvidar la agricultura de cítricos, se produce a partir de los 60 una fuerte industrialización gracias a las iniciativas del empresariado y a una nueva llegada de obreros, esta vez procedentes en su mayoría del sur de la península. Metalurgia, material de construcción, maquinaria agrícola y, sobre todo, una creciente y variada producción azulejera sentarán las bases del futuro económico de la ciudad.

J. H. R.

Publicaciones sobre la historia de Vila-real

En la pàgina web del Arxiu Municipal de Vila-real y sección web local del Servicio de Bibliotecas puedes consultar la documentación y principales publicacions existentes sobre la historia de Vila-real.

Biblioteca municipal

Manuscritos
http://www.amvila-real.es/ca/historia-de-vila-real/manuscrits

Publicaciones impresas
http://www.amvila-real.es/ca/historia-de-vila-real/impresos

Història de Vila-real, edición del Ayuntamiento de Vila-real (2010)
http://www.amvila-real.es/documents/historia/9-gil2010historia.pdf

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